jueves, 10 de febrero de 2011
Egipto y la promoción de la democracia
Cuando la presidencia de Ronald Reagan creó la Fundación Nacional de la Democracia, estaba guiado por la idea de que las democracias son el mejor sistema de gobierno y que contribuían a crear un mundo más seguro para Estados Unidos. Sin embargo, en la lucha contra el comunismo, los presidentes estadounidenses de la guerra fría no dudaron en aliarse con dictadores en cualquier parte del planeta que garantizaran una batalla contra el comunismo o ser aliados confiables en regiones estratégicas. América Latina está plagada de ejemplos de lo anterior.
Mientras Estados Unidos apelaba por regímenes democráticos en Europa Central y del Este, toleraba dictadores en su propio continente o en países como Egipto. Una vez que estos dictadores se convirtieron en un estorbo, gracias a movimientos pro democráticos internos, la promoción democrática se desplazó a Argentina, Chile, Uruguay, entre otros.
Hosni Mubarak reemplazó a Anwar El Sadat a partir de la muerte de éste último y garantizó el acceso al Canal de Suez, la seguridad de la frontera sur de Israel y un cierto liderazgo en el mundo árabe a cambio de reconocimiento de su régimen, millones de dólares que formaban parte del acuerdo de paz con Israel y la tolerancia de Washington hacia su dictadura. Entre los funcionarios estadounidenses se transmitió la idea de que la democracia en Egipto era menos importante que la seguridad de Israel y los intereses estratégicos de Estados Unidos. Si no, ¿por qué la actual Casa Blanca insistió en que Mubarak era importante para la estabilidad de Medio Oriente hasta que su posición probó ser insostenible?
El problema con la democracia es que cualquiera puede ser presidente, decía Dwight Eisenhower. Y eso ha sido perjudicial para Estados Unidos porque los comicios han traído a gobernantes anti-americanos en países donde antes había aliados (como Venezuela). Por eso nadie habla de democracia cuando se reúnen con los líderes chinos, ni se discutió con Hosni Mubarak, o el rey Abdulá de Jordania, por ejemplo. Aunque la ventaja de una verdadera democracia es que los gobiernos corruptos y autoritarios caen tarde o temprano, por lo que la democracia siempre es una apuesta segura.
Sin embargo, la actual Casa Blanca está olvidando una valiosa lección de la historia moderna: cuando Gran Bretaña y Francia no pudieron controlar a Gamal Nasser en 1956 durante la Crisis del Canal de Suez, quedó claro que su influencia había disminuido. Y parece que eso estamos viendo en 2011, nuevamente en Egipto con un Barak Obama que no entiende lo que está pasando en Egipto y que no se decide a apoyar a la democracia por sí misma y que, por ello, está perdiendo legitimidad en la zona junto con Mubarak.
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