miércoles, 19 de mayo de 2010
Migración, Nominaciones y Elecciones: Una peligrosa mezcla
Este verano será de una extrema agitación política en Estados Unidos. El calendario electoral del vecino del norte dicta la necesidad de determinar las candidaturas para puestos de elección popular local y federal. Aunado a este ritual democrático, también se tienen dos escándalos que han trascendido en los últimos días. Por un lado se tiene la infame “Ley Arizona” que ha suscitado pasiones en torno a un perenne debate político: una reforma migratoria comprensiva. Por otra parte, la nominación de Elena Kagan a la Suprema Corte de Justicia ha movido el avispero conservador de los Estados Unidos iniciando ataques frontales a la candidata del presidente Obama. El complicado escenario político que se avista a la distancia del otoño es reforzado por un dato particularmente interesante que arroja una reciente encuesta de Gallup. Para las elecciones intermedias a celebrarse en noviembre, 45% de los votantes que se identifican como conservadores y 62% de aquellos muy conservadores se describen altamente entusiasmados por ejercer su derecho al voto. El ánimo entre moderados tan solo alcanza un 22% mientras que los liberales apenas logran un 26%. En efecto, el panorama se nubla para el partido demócrata.
Las encuestas parecen reflejar una realidad constatada a través de charlas por el corazón del conservadurismo estadounidense: el denominado sur o “cinturón bíblico”. Las animadversiones contra Obama y su gestión continúan a la alza mientras que movimientos cada vez más radicales se logran posicionar en las preferencias electorales de este sector demográfico. En dicho bloque se encuentra una gran parte de la clase media estadounidense que se dice disociada de la élite liberal al mando en Washington desde el arribo de los demócratas. Para ellos dicha élite educada conspira contra el “Joe” habitante de los suburbios que busca, a través de su propio esfuerzo, lograr una mejor calidad de vida para él y, si apropiado, su familia. De esta manera, el derecho a decidir, la igualdad y el estado de derecho, grandes ideales estadounidenses, enfrentan grandes reveses cuando se habla de aborto, homosexualidad y terrorismo.
Tres aparentan ser los temas recurrentes que “Joe” busca defender en las elecciones primarias, motivos que pueden explicar la movilización del electorado conservador. El primero se relaciona con la identidad estadounidense. El segundo con la separación de la iglesia-estado. Una más hace referencia al fundamento. Pese a esta conveniente separación, los tres temas están profundamente interrelacionados.
Estados Unidos, tras el fin de la Guerra Fría, continúa haciéndose una pregunta clave que tanto el gurú Samuel Huntington como el anarquista Noam Chomsky han intentado contestar: Who are We? – Quiénes somos?. Cuando el mundo se encontraba construido bajo la falacia panóptica de la bipolaridad, ésta pregunta resultaba relativamente más fácil de responder. Estados Unidos constituía el bloque del bien con ideales fundamentados en la libertad individual en franca oposición al imperio soviético. Al derrumbarse dicho imperio, la respuesta se volvió más difícil de plantear. Huntington propuso la tesis de Estados Unidos como el líder del bloque civilizatorio occidental y “refinó” su idea al plantear, antes de morir, que los hispanos representaban una amenaza real para la identidad estadounidense. Por su parte Chomsky, a través de una píldora difícil de digerir propuso a Estados Unidos como un imperio, renuente, pero al fin imperio.
Para Joe, eso de la civilización, la identidad y el imperio resultan abstracciones intelectuales sin sentido. Lo que sí posee sentido es su manifestación material en la política. La materialización de esta discusión se refleja en la necesidad de un proyecto totalizador que de cohesión a la sociedad de una vez por todas. Así, para Joe, Estados Unidos es un país anglosajón fundamentado en los principios cristianos que se establecieron en el pacto del Mayflower. Joe parece ignorar que los puritanos sólo formaron una pequeña parte del flujo total migratorio que dio forma a la sociedad americana. Asimismo, a través de este supuesto, desconoce las migraciones de otros grupos tales como los esclavos africanos, lo cuáqueros, los católicos, los judíos,… Para él, la situación es muy clara y por lo tanto, la Ley Arizona no representa nada más que un acto desesperado por un gobierno local frente a la falta de decisión del gobierno federal para resolver el problema migratorio de hispanos. Poco le interesa el principio constitucional bajo el cual un estado no puede intervenir en asuntos federales tales como la migración.
Así las cosas, los principios cristianos que identifican a Estados Unidos constituyen las normas básicas de conducta social sin siquiera percatarse del cambio acaecido en la constitución demográfica de la sociedad a través de más de doscientos años. Por lo mismo, Joe está aterrado frente a la cruzada que busca secularizar al Estado permitiendo múltiples manifestaciones de fe de una manera constructiva y ordenada. Cual Banjamin Franklin, él pide cristianismo o muerte. El multiculturalismo y la tolerancia están de más. Esos principios simplemente no aparecen ni siquiera esbozados escuetamente en la acepción de democracia que él usa. Para Joe, en una democracia, las minorías son abusadas legalmente si la mayoría así lo desea olvidando aún las enseñanzas de John Stuart Mill respecto a la tiranía de la mayoría. Sólo así se puede comprender el hecho de que los ataques contra Elena Kagan se hayan centrado muy poco en sus credenciales y aptitudes profesionales mientras que se daba rienda suelta a rumores en torno a su preferencia sexual.
Finalmente, estos abusos y rechazo hacia todo aquello que parece innovador nos conduce a la propuesta política de Joe: el retorno a los fundamentos. Para él, el futuro político de Estados Unidos se encuentra en un regreso a los principios fundacionales de la “identidad” de su sociedad. Sin importarle, la aparente equiparación a los fundamentalistas islámicos al que este pensamiento lineal conduce, Joe se prepara para que este noviembre líderes conservadores detengan y reviertan los programas “socialistas” de la administración de Obama. Lo más preocupante, es que en medio de dicha retórica fundamentalista, hay una evidente carencia de sustancia. No existe estrategia ni plan alterno sólido que los conservadores puedan ofrecer pese a su intento de relanzar el antiguo plan del pacto de 1998. Aún más preocupante resulta el deterioro del capital político que líderes conservadores razonables poseían antaño entre sus mismas filas como el senador Robert Bennett en Utah. El Tea Party junto a Sarah Palin aparecen como una simple caricatura política de los ideólogos de las Reagonomics. Para Joe esto no tiene importancia: ellos son la alternativa.
Joe representa al votante conservador promedio de Estados Unidos. Para ellos, la única solución es un revés contundente al programa de gobierno de Obama tachado de socialista. Sin el más mínimo interés en comprender las implicaciones que dicha ética posee, el espíritu del senador McCarthy vuelve a rondar en la política estadounidense. Si el partido demócrata no reacciona a tiempo a las estridentes señales espectaculares que se le presenta, no sólo perderán el Congreso; también perderán la presidencia. El regreso de los Republicanos al poder sería equiparable al retorno del PRI en México. El partido Republicano aún debe transformarse para dejar de ser el Grand Old Party (El Gran Viejo Partido) que es. Mientras tanto, Felipe Calderón inició ya su gira en medio de este complicado panorama político.
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