viernes, 20 de marzo de 2009

La relación bilateral, versión Obama-Calderón

La reunión de Barack Obama y Felipe Calderón a pocos días de que el primero tomara posesión de la Presidencia de Estdos Unidos parece dar buenos frutos. A pesar de que México aparece en las noticias de todo el mundo, no sólo las de aquel país, en muy malos términos por la violencia desatada por la lucha contra los narcotraficantes, la actitud de la Casa Blanca no es confrotativa. A diferencia de los años ochentas, cuando el asesinato de Enrique Camarena en 1985 casi nos lleva a la ruptura de relaciones diplomáticas, esta vez hay una buena actitud por parte de Barack Obama, Hillary Clinton y Janet Napolitano a cooperar con sus contrapartes mexicanos. Por su parte, Felipe Calderón se ha dedicado a darle guerra a los narcotraficantes, literalmente, sin que por ello deje de pedir que Estados Unidos haga su parte. Los muertos, que el año pasado estuvieron cerca de los 6,000, son un argumento de peso para mostrar el compromiso de México y cómo estamos pagando un alto precio por detener este problema. Curiosamente, Calderón no es el único presidente que ha hecho esta petición, pero sí es al primero al que se le hace caso. No es para menos, la situación en México se ha degradado alarmantemente en los últimos meses y podría empeorar. Por ello, se ha enfatizado el rol que tienen tanto el tráfico ilegal de armas que ocurre de Estados Unidos a México y el lavado de dinero, que se da en estos dos países, además de otros (¿qué tal Suiza?). Estos dos elementos contribuyen a fortalecer al narco en México, por lo que las medidas que pueda tomar Estados Unidos en este sentido, favorecen a ambas partes. De hecho, todos los días se reportan cargamentos de drogas o dinero interceptados al otro lado del río Bravo. Con esto en mente, en Washington hay una excelente disposición a cooperar con México. El punto será hasta dónde llegan sus buenas intenciones de los funcionarios de alto nivel en el Gabinete de Obama. Por un lado, la Iniciativa Mérida no es de la cantidad que se había sugerido incialmente 1,600 millones de dólares, gracias a que el Congreso estuvo regateando y bajó la cantidad a más de la mitad. Además, el gobierno mexicano pone la mayor cantidad de esos fondos. Y por si no fuera poco, recientemente el Congreso estadounidense volvió a disminuir la cantidad de dinero que hay que destinar a este programa. Dinero y leyes son los aspectos tangibles de su compromiso. Falta que aprueben una ley que prohíba la venta de armas de asalto o que ponga restricciones. Falta también ver aprehensiones de quienes han vendido las armas que llegan a México. Mientras tanto, bienvenidos Presidente Obama, Hillary Clinton y Janet Napolitano. Esperemos que en México no nos gane el nacionalismo obsoleto que en el pasado nos ha impedido trabajar juntos. Ojalá que se aproveche la oportunidad de abrirnos a nuevas propuestas y llevar más allá la cooperación en materia de inteligencia. México debe considerar sumarse al perímetro de seguridad que se planteó en 2001. Si para los traficantes de drogas y armas la frontera no es un obstáculo, ésta no debe existir en los métodos para combatirlos.

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