jueves, 21 de enero de 2010

Esperanza a un año

El 20 de Enero de 2009 los estadounidenses y el mundo estaban a la expectativa. Las elecciones del 4 de noviembre y la posterior asunción de Obama a la Presidencia de Estados Unidos marcaban el fin simbólico de varias etapas en la política de aquella nación. En el marco de una crisis financiera global, se anunció el fin del Neoliberalismo como proyecto hegemónico como respuesta a las múltiples críticas sobre la desregulación financiera (iniciada en la década de los 80 por Ronald Reagan y continuada en su forma más agresiva por George W. Bush). El cambio fue discretamente aprobado por el Fondo Monetario Internacional, el G8 y la OCDE, entidades tradicionalmente defensoras del ahora fracasado modelo. Asimismo, la derrota de Hillary Clinton en las elecciones primarias marcó la renovación generacional del liderazgo del Partido Demócrata. Una salida pactada facilitó la reconfiguración de fuerzas al interior del partido. Por su parte el Partido Republicano se resquebrajó al interior debido al enfrentamiento de su facción Neoconservadora con aquellos que, acorralados al margen del espectro ideológico que abarca ésta, luchaban por contener el proceso de derechización del partido iniciado en 1998. En medio de estos procesos políticos y frente al desgaste de imagen de Estados Unidos al interior, Obama logra llegar a su ceremonia de toma de protesta como una alternativa al proyecto Neoliberal. Pese a sus triunfos iniciales, el ahora Presidente inicia su segundo año de gobierno profundamente desgastado. El martes 19 de enero de 2010, Scott Brown (R) es electo Senador por Massachusetts en un proceso para determinar al sucesor del fallecido Edward Kennedy(D). Este resultado muestra la doble debilidad de Obama. Por un lado, la inquietud del electorado frente a los proyectos demócratas presentados durante el año 2009 en el Congreso, especialmente si se recuerda que Massachusetts es un estado que generalmente vota azul. La segunda derrota se da a la persona del Presidente como líder de partido. Los esfuerzos personales de Obama para ganar el favor del electorado fracasaron de manera estrepitosa pese a que Nancy Pelosi ha negado que dicha derrota afecte los planes de la reforma sanitaria. Los estrategas de Obama lo expusieron desde el principio al fracaso. Al abrir su Presidencia con el divisivo asunto de Guantánamo sin el apoyo político requerido por parte de los demócratas en el Congreso, la Casa Blanca de Obama debió enfrentarse a fuerzas profundamente conservadoras expertas en el uso de la política del miedo. No obstante, el tiro de gracia fue dado por la muerte del Sen. Kennedy previo al inicio de la discusión de la reforma sanitaria. Sin el apoyo de un negociador como Kennedy y con la polarización ideológica como estrategia republicana para frenar el impulso demócrata, Obama erosionó su bono democrático de manera peligrosa. Aunado a esta falta de planeación estratégica por parte de sus consejeros, Obama también ha sido preso de los poderes fácticos que constituyen el llamado "establishment" en Washington. Una de las decisiones más controversiales fue la decisión del envío de más tropas a Afganistán pese a la promesa de campaña de una pronta retirada. Las promesas claramente han quedado detrás de las obligaciones adquiridas tras la implementación de una política exterior irresponsable en la administración pasada. De igual manera, el manejo de la crisis financiera global también ha mostrado que, pese a las buenas intenciones del cambio prometido, los intereses particulares continúan influyendo la realidad económica estadounidense. De esta manera, la incongruencia del laissez faire llega a su clímax. No intervención en la regulación, pero sí paquetes de rescate financiero en caso de falla a costa de los contribuidores al erario público. En materia de política exterior, la administración de Obama sigue sin morder en el caso del conflicto palestino-israelí a la par que promueve un unilateralismo disfrazado de multilateralismo en la Asamblea General de Naciones Unidas. Su frase de campaña prometía una esperanza en la cual se podía creer. A un año esa esperanza se ha esfumado. Barack Obama, guiado por una serie de malos estrategas políticos, ha desgastado de manera innecesaria su bono democrático alarmantemente. Sin embargo, la peor derrota apenas se aproxima en las elecciones intermedias del Congreso estadounidense este año. A menos que Barack Obama logre manejar la agenda política y deje de ser aplastado por los acontecimientos del mundo que lo rodea, posiblemente el cambio sólo dure un período. ¿Estarán Obama y el Partido Demócrata a la altura de los retos que se avecinan?